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lunes, 4 de febrero de 2019

Destrucción.

Es una destrucción total.
Pero es así como se acostumbras las noches a las estrellas que pueden brillar, tal vez complicada e ilusa, pero es, en un momento, la noche la que guarda los pensamientos en el aire.
Tal vez, son espacios no aptos para el ser, pero la realidad es el camino hacia la mentira, las derrotas y los estribos en los espacios vacíos, icónicos e inherentes.
Qué es, si no los lazos en mi pecho, si no caminan los pies sobre el techo, si no se observa tras el espejo la vida.
Es un suicidio.
Verdad-mentira.
Cualquier cosa, es agonía y escrita en el cuello, los cielos tiemblan, las dunas oscuras en el norte y sobre los tiempos, los polos derretidos están, cómo sus suicidios, lentos, caciques de hierbas, de tiempos y estruendosos sonares.
En verdad, es tomar el valor: la vida, los sentidos y el pensamiento errado, como las gotas que moldean los suelos, como la lava, radiante e iriente, concreta forma pasos, destruye y calciza al caminar, así, sin más, hunde, destruye e inyecta el veneno de la naturaleza.
Pero, que más da, si al final se destruye,
Sí las gotas al chocar, mueren,
Sí las estrellas al dar luz, mueren,
Sí el camino no llega, solo te lleva.
Sí, al tocar todo se destruye.
Cómo, si al destruirse el cuerpo; la mente, los pensamientos, los tiempos, los sonidos, los sentidos y el aire, cómo, si al final el alma vaga.
Sí es más fuerte el brazo que rechazó el acto, que la mano que lo hizo.
Sí al destruirse solo se borran de este mundo.
Sí es más fuerte el acto que el pensamiento.
Si solo es desaparecer de este mundo, tal vez solo, tal vez loco, tal vez tonto.
Destrucción del tiempo, de tu tiempo y espacio.

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